Al referimos a la salud mental infantil, estamos hablando de la capacidad de un niño o niña para reconocer, expresar y regular sus emociones, formar relaciones estrechas y seguras; y explorar y aprender sobre el mundo que los rodea.
La interacción entre los aspectos genéticos y las influencias del entorno de un menor pueden ir marcando las trayectorias de su desarrollo y de su bienestar emocional. Dentro de los factores que pueden influir positivamente la salud mental está en tener relaciones estables, seguras y sensibles con sus cuidadores y con los adultos de su entorno cercano. También se recomienda vivir en vecindarios libres de violencia y contaminación, y con espacios verdes para su recreación. En el caso de presencia de influencias ambientales negativas, pueden crear una base más inestable para la salud mental.
Hay ocasiones que las familias que viven en contextos de mayor vulnerabilidad tienen mayores probabilidades de experimentar dificultades en la crianza y sus hijos están en un mayor riesgo de presentar problemas de desarrollo del lenguaje, motor, emocional, cognitivo y social.
En el caso de los padres, desafortunadamente la falta de recursos financieros, menores niveles de educación, las rutinas exhaustivas, la falta de espacios físicos adecuados y las limitadas redes de apoyo, pueden afectar negativamente la salud mental y la capacidad para estar disponibles emocionalmente para el cuidado de sus hijos y puede afectar la capacidad de los cuidadores para estar atentos a los señales y necesidades de sus hijos.
Por lo anterior, se generan programas y apoyos para los padres para proteger la salud física y mental de los niños y niñas. Es por esto por lo que se deben conocer las necesidades de los adultos para poder impactar de forma positiva y a largo plazo la salud mental de los hijos.
Andrea Mira
Académica de la Escuela de Terapia Ocupacional
Universidad Andrés Bello
———