El reciente aumento de casos de influenza en primavera debiera encender una alerta en la comunidad. Según el Instituto de Salud Pública, en la Semana Epidemiológica 41 la positividad para virus respiratorios llegó al 49,1%, con Influenza A representando un 21,7% de las detecciones.
Este fenómeno, que rompe con la estacionalidad habitual del virus, tendría explicaciones múltiples tales como las variaciones climáticas, mayor actividad social por la época del año y una cobertura de vacunación insuficiente.
Los cambios de temperatura, mañanas frías, tardes cálidas y humedad ambiental favorecen la supervivencia del virus. A esto se suman las actividades propias de la primavera, como paseos, eventos escolares y celebraciones, que aumentan los contactos estrechos. Lamentablemente, el relajamiento de las medidas preventivas y la baja adherencia a la vacunación amplifican el problema.
El cambio climático también está modificando los patrones clásicos de circulación, aumentando los brotes más allá del invierno e incluso hacia el verano. Este escenario exige repensar las estrategias sanitarias y educativas, tales como promover ventilación constante en las aulas, reforzar el lavado de manos, usar mascarilla ante síntomas respiratorios y evitar asistir a clases o reuniones en caso de enfermedad.
La influenza ya no es solo un desafío invernal, sino un problema de salud pública permanente. Reforzar la prevención durante todo el año es una responsabilidad compartida entre autoridades, establecimientos educacionales y familias.
Marcela Díaz Fluhmann
Directora de Carrera de Enfermería Campus Casona
Universidad Andrés Bello.