Vivimos en un mundo donde la tecnología avanza con rapidez, donde la información abunda… pero también donde la desinformación circula con la misma fuerza. En medio de este panorama complejo, es urgente detenernos a reflexionar sobre el valor del trabajo, ese que no solo mueve la economía, sino que da sentido a la vida de millones de familias chilenas.
Lamentablemente, en pleno 2025, seguimos viendo cómo los derechos de las y los trabajadores son vulnerados sin pudor. En sectores como el agrícola, por ejemplo, es común que se pierdan derechos adquiridos. Personas que han dedicado más de 20 años de su vida a un mismo trabajo, son indemnizadas solo por 11 años. Esto, más que una injusticia, es un robo a mano armada.
Pero lo más preocupante es que no se trata solo de casos aislados, sino de propuestas políticas concretas. Me refiero específicamente al candidato José Antonio Kast, quien ha planteado, sin tapujos, la eliminación de la indemnización por años de servicio. Esta propuesta no puede pasar desapercibida ni relativizarse. Es, sencillamente, una aberración en contra de la clase trabajadora.
A esto se suma la intención de aumentar la edad de jubilación sin antes dignificar el sistema de pensiones. Todo esto conforma un escenario hostil, donde los derechos laborales que fueron conquistados con décadas de lucha sindical y social, hoy se ven amenazados por un discurso que busca arrasar con ellos en nombre de una supuesta eficiencia o libertad de mercado.
No debemos quedarnos callados. Quienes creemos en la justicia social y en la dignidad del trabajo, tenemos la obligación de alzar la voz. El trabajador chileno no es solo un número en la economía: es el principal pagador de impuestos, el motor de la economía nacional, familiar y campesina.
Por eso, hago un llamado a la ciudadanía a informarse, a mirar más allá de las campañas, a reconocer lo que realmente está en juego. Hoy no nos enfrentamos a una simple elección entre posturas políticas: nos enfrentamos al intento de desmantelar los derechos laborales que sostienen la dignidad de millones.
La izquierda debe unirse. Y los sectores democráticos del centro también deben asumir su responsabilidad histórica. Porque cuando los derechos de los trabajadores están en peligro, el silencio también se vuelve cómplice.-