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Por Rafael Reyes, escritor y concejal de San Esteban
El triunfo de Jannette Jara no es solo una victoria personal o partidaria. Es el reflejo de un pueblo que comienza a hartarse del anticomunismo visceral promovido por ciertos sectores de la prensa y la política. Es una señal clara de que muchos chilenos y chilenas están cansados de los discursos de odio, del miedo disfrazado de análisis, y de quienes —envueltos en banderas democráticas— terminan cobijándose en los símbolos del pinochetismo.
En este contexto, surgen declaraciones tan irresponsables como las del diputado Johannes Kaiser, quien sin ninguna prueba acusa al Partido Comunista de tener arsenales de armas. Una acusación gravísima, que no solo carece de fundamentos, sino que es avalada por el silencio cómplice de una prensa pasiva y una derecha que calla cuando le conviene. Al mismo tiempo, se cuestionan los recursos destinados a una primaria democrática mientras nadie se inmuta cuando los candidatos de la derecha son elegidos a dedo.
¿Qué tipo de demócratas son aquellos que justifican el genocidio en Gaza? ¿Son patriotas quienes critican al presidente Boric por retirar agregados militares desde Israel, en una decisión humanitaria para proteger vidas chilenas? El doble estándar es evidente. Es curioso que quienes se molestan por un mensaje presidencial cuestionando una guerra, callen ante la injusticia y la muerte.
Tanto Kast como Matthei actúan desde una soberbia peligrosa. Creen que el anticomunismo aún les dará votos, sin entender que el pueblo hoy quiere respuestas concretas: ¿Qué proponen para mejorar las pensiones? ¿Por qué solo los Republicanos votaron en contra de la reforma previsional, mientras la derecha tradicional optó por una postura más negociadora? ¿Por qué se oponen a avances sociales y luego se quejan de la migración descontrolada, como si no fueran ellos los que abandonaron la regulación? ¿Por qué quieren aumentar la edad de jubilación? ¿Cómo defenderán el medioambiente si su modelo económico lo explota sin miramientos?
Hoy enfrentamos una política caricaturesca, rasca y picante, como diría en buen chileno. La soberbia mal entendida ha impedido debatir sobre los verdaderos problemas del país. En este escenario, Jannette Jara representa una oportunidad: una mujer que eleva el debate, que se siente orgullosa de ser de Conchalí, y que tiene la valentía de disputar la presidencia con ideas, propuestas y dignidad.
Es hora de terminar con el odio. Dejar de actuar como expertos de todo y empezar a trabajar de verdad por Chile. Basta de culpar siempre al gobierno de turno: necesitamos una oposición que proponga, no que destruya. Necesitamos más debate sobre programas y menos show mediático.
Y finalmente, un mensaje a Kaiser: el odio constante no es una forma de hacer política, sino una enfermedad del alma. Ojalá algún día logre superarla.
Subamos el nivel del debate. Chile lo necesita. Chile lo merece.