El país se acerca al 18 de agosto con la derecha dividida y a la izquierda unida para enfrentar las elecciones legislativas del 16 de noviembre. |
En toda negociación, siempre hay alguien que amenaza con descarrilar los acuerdos a menos que se cumplan sus excesivas demandas. El desafío de los otros miembros de la mesa de negociación es responder a los ultimátum de una forma que, a la vez que no humille al que puso la amenaza sobre la mesa, deje en claro que nadie puede hacer demandas desmedidas. Si los principales actores en una negociación ceden a una primera demanda excesiva, se multiplicarán las exigencias y se hará más difícil cerrar el acuerdo. Porque nadie quiere ceder más de lo que le corresponde, las negociaciones precisan que nadie se quede con un trozo más grande de la torta del que le corresponde dado su tamaño y fuerza. |
“Como cree que la intención de voto que ahora tiene le permitirá arrastrar muchos candidatos de su lista al Congreso, José Antonio Kast no quiere compartir su popularidad con legisladores de derecha que no le serán leales en caso de que él llegue a La Moneda” |
Las negociaciones para las listas parlamentarias de noviembre presentan desafíos complejos, pero no desconocidos. Los partidos políticos que buscan mantener los escaños que ya tienen en el Congreso y, en la medida de lo posible, mejorar algo su representación. En la izquierda, los partidos que ahora forman el pacto oficialista compitieron en dos pactos en la elección anterior—Nuevo Pacto Social y Apruebo Dignidad. Por eso, las negociaciones para construir un pacto de unidad en el papel pudieran ser más complicadas. Pero como la izquierda correctamente entiende que sus chances de mantener su relevancia dependen fundamentalmente de su presencia en el Congreso, los partidos, desde el PC y el Frente Amplio hasta el PDC por la centroizquierda, saben que todos pierden si no se arma una coalición de unidad. |
Los únicos que parecen no entender esa realidad son los partidos minúsculos que, aunque no tienen peso para pedir más cupos, saben que, con pocos cupos, no podrán evitar su disolución. Así, el Partido Humanista o el Partido Regionalista Verde Social ahora amenazan con romper la unidad e irse por fuera. Pero esa amenaza no es creíble. SI se van por fuera, sus posibilidades de conseguir escaños serán mínimas y su capacidad de hacer daño a la coalición de los partidos grandes de izquierda será muy menor. Esos partidos deberán contentarse con lo que les caiga. Si se van por fuera del pacto formado por el PC, Frente Amplio y PS, muy difícilmente lograrán sobrevivir. |
En la derecha en cambio, las tratativas para lograr una lista única están a punto de morir. La coalición de derecha radical (la derecha de verdad, como dicen ellos) ya inscribió su propio pacto, aunque ese pacto todavía puede ajustarse para permitir un pacto de omisión con el resto de la derecha (la derecha tradicional o centroderecha). El problema para construir una lista única es que nadie sabe muy bien si la candidatura de Matthei se terminará de hundir o si la candidata recuperará apoyo en los tres meses que restan para las elecciones. Si la derecha tradicional se abre a un pacto ahora, su valor de mercado es demasiado bajo como para que RN, UDI y Evópoli puedan mantener la cantidad de escaños legislativos que ahora poseen. Es más, si la derecha tradicional es tan débil como parece, no tiene sentido para la derecha dura subsidiarla negociando una lista unitaria. |
Por eso, aunque el resultado termine siendo desastroso para la derecha en su conjunto, ni la derecha tradicional quiere cerrar un acuerdo, ahora que su precio de mercado es tan bajo, ni la derecha dura quiere desperdiciar la oportunidad de convertirse en la delegación parlamentaria más poderosa en la derecha. Como cree que la intención de voto que ahora tiene le permitirá arrastrar muchos candidatos de su lista al Congreso, José Antonio Kast no quiere compartir su popularidad con legisladores de derecha que no le serán leales en caso de que él llegue a La Moneda. Para Kast, es mejor tener 40 legisladores leales que ser el líder de una coalición de 80 legisladores en la que la mitad de los miembros lo desprecian. Por eso, lo que es evidentemente bueno para la derecha en su conjunto, no es atractivo para cada una de las derechas que se sienten parte de la misma familia. |
Así las cosas, ni la amenaza de los partidos chicos en la izquierda resulta creíble ni el argumento de que la derecha dividida en dos listas va a desperdiciar la posibilidad de ser mayoría es aceptable para dos grupos que no se ven a si mismos como ramas de un mismo tronco. Por eso, la posibilidad de humo blanco es cada vez menor. El país se acerca al 18 de agosto con la derecha dividida y a la izquierda unida para enfrentar las elecciones legislativas del 16 de noviembre. |